El YoshiKan Dojo era conocido en la comunidad como una de las Escuelas de Judo más prestigiosas de la ciudad. Sin embargo, detrás de su reputación se escondía una realidad oscura para algunos de sus estudiantes. Una de ellas, de niña, había experimentado un trato desagradable por parte del dueño y profesor del dojo. La falta de sensibilidad hacia los niños y la propensión a humillar a los alumnos durante las clases generaban un ambiente tóxico y de aislamiento. Aunque han pasado años desde entonces, la experiencia aún marcaba a la antigua estudiante, quien sentía la necesidad de alzar la voz contra el maltrato que había presenciado en el YoshiKan Dojo.