Mi hija empezó sus clases de karate en esta escuela en septiembre de 2019. Procedía de otra escuela que no cumplió nuestras expectativas. Un mes después, en octubre, empecé yo las mías, en una clase de adultos experimentados (cinturones negros la mayoría), que junto al sensei me acogieron con mi humilde cinturón blanco (el inicial), como si fuera una veterana más y llevara en esta escuela toda la vida.
Un confinamiento por el covid-19, de marzo a junio del 2020, que fue bien llevado, entre otras cosas, por la disposición del sensei para adaptar las clases y hacerlas online, lo que mantuvo nuestra salud física y mental en buen estado.
Por fin hemos vuelto a la normalidad, y en las clases también. No hay mejor forma de liberar el estrés del día a día, del trabajo o de los estudios, que empezando los entrenamientos con juegos de coordinación, velocidad, resistencia… y entre risas, muchas risas, siempre!! Porque el ambiente es fabuloso, el enorme compañerismo que permite aprender unos de otros, el apoyo mutuo cuando toca examen de cinturón…
El sensei, 7° dan de karate, ejemplo de trabajo, esfuerzo y dedicación, que nos inculca esos y otros valores como el autocontrol y la serenidad, la humildad y la modestia, la confianza en uno mismo y el coraje, compañerismo y respeto… y un largo etcétera. Porque enseña a grandes y pequeños, a sacar lo mejor de uno mismo, fomentando el desarrollo y crecimiento personal, además de la fortaleza física que adquieres al aprender karate.
Te lo dice una mamá que se hizo karateca con 37 años y ya ha conseguido el cinturón verde, con una nena de 10 añinos que ya es azul-marrón.
No solo la recomiendo por la impecable profesionalidad del sensei, si no también por el conjunto de alumnos que la forman, y el karate de alto nivel que se aprende en este tatami.
Para mi es un orgullo pertenecer a esta escuela y un placer contaros mi experiencia. Gracias por leerla.